Mi plaaaan

Hoy me he reido un rato con esta viñeta del humorista Aguilera, del faro de Vigo y con la entrada "Lunes" del blog del siempre original Oscar Terol. Para verla todos los lunes!

El juego antes conocido como Popomundo

De vez en cuando, también me gustan los juegos de rol.

El más jugable que me he encontrado en los últimos tiempos es un MMORPG gratuito, original y muy completo sobre...¡estrellas de la música!

Al comienzo, tu personaje es un pipiolo de 18 o 20 añitos que vive con su mamá y reparte su tiempo entre tocar por la calle para sacar cuatro perras, leer algun libro, ir a la uni, empezar a tocar con los colegas del barrio, compne su primera canción...

Con el tiempo, llegan los primeros conciertos, las giras, los groupies, la presión de sacar un disco al mes para mantener la fama,...

O quizá no. Quizá descubres que la música no es el tuyo y quieres ser médico para curar a los griposos y a los que se olvidaron de usar la gomita. O policía para arrestar a los ladrones, a los que pintan graffitis o queman locales. O bombero...

Quizá quieras dedicarte a la política y hacer una dura campaña, aguantar calumnias y trabajar duro. O montar tu propia empresa y forrarte, o perseguir zombies, casarte y tener muchos hijos, ser un paparazzi que persigue estrellas con su camara o instigar la revolución contra un mal gobernador, dar clases en la universidad...

Claro que siempre queda la vena delictiva y uno puede robar libros raroz, dejar su firma por toda la ciudad, fabricar y usar cocteles molotov, ir a la cárcel (y escapar de ella),...

En definitiva, el juego no tiene un objetivo claro ni hay en él un ganador objetivo. Pero las posibilidades son muchas y triunfar requiere, como en la vida misma, años de sacrificio y una chispa de ingenio.

Os dejo los links a mi personaje y el grupo en el que toco.

Paseando por el Koldo Mitxelena

Siempre me han gustado las bibliotecas. Una biblioteca es un lugar tranquilo, apacible, donde nunca hace frío ni calor, ni llueve, ni sopla el viento. Nadie levanta la voz y eres libre para leer.

De todas ellas, el Koldo Mitxelena , que recibe su nombre del escritor de Rentería, es mi favorita.

Cuando estudiaba aquí, entre las horas de estudio, siempre daba algún paseo en torno a las estanterías de la primera planta, donde se alojan las novelas. De vez en cuando me paraba ante una, la extraía y la ojeaba. Ojearla me podía llevar dos segundos o dos horas, si el libro enganchaba. A menudo salía de la biblioteca con tres libros (el máximo permitido) bajo el brazo.


Hoy estoy de vuelta en el Koldo y una vez más, me paseo entre libros y vidrieras. Y una vez más, salgo con tres libros bajo el brazo. Aunque no sé si tendré tiempo de leermelos, no puedo irme con las manos vacías.

Continuidad de los parques

Me fascina cómo Cortazar convierte en fácil lo difícil, lo increible en inevitable. Este es uno de sus cuentos más conocidos.

Continuidad de los parques

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

Babasónicos







Ensalada "mar y montaña"

Ingredientes para 1 persona

unas hojas de lechuga
1 cebolleta
1/2 tomate
una cucharada de guisantes cocidos (pueden ser de lata)
una cucharada de maiz (pueden ser de lata)
una lata de atun al natural
100 gr. de pavo
1/2 pepino
1/2 docena de gambas peladas
1 diente de ajo
aceite de oliva virgen extra
mostaza de dijon
vinagre de vino tinto
perejil
estragón
albahaca
romero
una pizca de sal maldón

Preparación

Lavar la lechuga y la cebolleta y el tomate y cortarlos en pequeños trozos. Mezclarlo todo.

Pelar el pepino y cortarlo en dados.

Freir el pavo en una sartén con un poco de aceite.

Por otro lado, freir las gambas y el ajo en otra sartén.

Escurrir el atún y mezclarlo con el estragón

En un vaso, verter aceite, vinagre, un poco de mostaza y albahaca. Remover bien con un tenedor.

Para emplatar, disponer la lechuga, la cebolla y el tomate en medio del plato. Alrededor, el resto de los componentes en pequeños montones. Verter el aliño y un poco de sal sobre la lechuga.

Echar un poco de perejil sobre las gambas y romero sobre el pavo.

Et voilà!

Salmón al Gorgonzola

Ingredientes para 4 personas:

1 kg. de de salmón fresco
150 gr. de queso gorgonzola
2 patatas medianas
2 cebollas
una docena de tomates cherry
una ramita de perejil fresco
aceite y sal

Preparación

Limpiar el salmón y sacarle el lomo. Reservar. Con las espinas, hacer un caldo (esto es opcional).

Cortar la patata en laminas gruesas.

En la bandeja del horno, verter una gota de aceite. Esparcir por la bandeja con una lámina de patata. Distribuir todas las láminas en la bandeja. Meter al horno caliente a fuego medio durante unos 10 min.

Cortar la cebolla en rodajas. Sacar la bandeja del horno y colcoar el lomo del salmón en el centro. Distribuir las rodajas de cebolla alrededor. Meter al horno otros 5 min.

Mientras, trocear fino el perejil. Pasados los 5 min. se saca la bandeja del horno, se distribuye el queso sobre el salmón, la patata y la cebolla (que a estas alturas ya deberían estar cocinados) y se espolvorea el perejil por encima.

Se vuelve a meter al horno para que se derrita el queso. Et voilà!