Gamla Stan, o la isla donde empezó todo

La Venecia escandinava, como la llaman (o quizá me lo acabo de inventar, que más da), es una ciudad preciosa, limpia, agradable y nada aburrida.

Lo primero que te llama la atención cuando bajas del autobús son los coches. Por su ausencia. Los suecos son muy respetuosos de la naturaleza y apenas los usan. Eso y los fuertes impuestos y tarifas de parking que gravan la entrada de vehículos al casco urbano.

Cada vez que un amigo me dice que va a Estocolmo, recuerdo con envidia los buenos ratos que pasé allí y en seguida le procuro una lista rápida de rincones chulos que no puede perderse. Antes de que se me olviden, los dejo por escrito para que todos podáis disfrutarlos.

Gamla Stan es donde empezó todo. Esta pequeña isla era Estocolmo en la edad media, luego se les quedo pequeña. Aquí se encuentran algunos rincones que no te puedes perder en tu visita.

Viniendo desde el centro de la ciudad, lo primero que vemos es el palacio real, imponente y limpio, presidir la isla irguiendose sobre los canales. Para los frikis de los museos, dentro del palacio hay 1/2 docena.

Si te conformas con ver el palacio desde fuera y sigues subiendo hacia el interior de la isla, llegas a la Stortorget, la gran plaza. La que sale en todas las postales. ¿por qué?

En el siglo XVI los daneses invadieron Suecia. Los suecos, bajo el mando de Stern Sture (el braveheart local) se rebelaron. Y como pasa siempre, ganó el poderoso y pasó al débil; en este caso los suecos, a cuchillo. Es lo que se conoce como el baño de sangre de Estocolmo. Y fue aquí, en esta plaza.

Además de sacar la foto y sentir el peso de la historia bajo sus pies, en esta plaza puede uno pegarse un excelente desayuno-almuerzo en los deliciosos cafés que albergan esas casas tan coloridas.

El desayuno típico, que recomiendo, incluye zumito de naranja, un tazón de chocolate blanco (la especialidad de la región) y un cinnamon roll, es decir, un rollo de canela, el más típico dulce sueco.



Tras este desayuno, se puede bajar por la calle más estrecha de la ciudad hasta el centro de la isla, donde abundan las tiendas de souvenirs y algunos buenos restaurantes.

Al anochecer, es decir, a las 5 de la tarde, empiezan a sonar acordes de blues y jazz en los pintorescos garitos que jalonan el sur de Gamla Stan. No puedes venir a Estocolmo y no tomarte una cerveza en el Stampen.

Para acabar, puedes dormir en cualquiera de los muchos hostales de Gamla Stan. Aunque no son baratos (25 € de media), es una gozada levantarse aquí por la mañana.

También tengo buen recuerdo de un hostal que estaba cruzando el puente hacia Södermalm (hacia abajo), a la izquierda. El hostal en cuestión era el pequeño barquito rojo de la foto.

Suficiente por hoy, otro día seguimos con la visita. Y no puedo acabar el post sin agradecer a Aitor (el de la izquierda en el desayuno) haber sido mi cicerone por Estocolmo. Este post es más suyo que mío.

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